Me crié en el Monte

Me crié en el Monte. Cuando corro me convierto en niño y regreso al Monte. Pasé la mayor parte de mi niñez caminando por los Montes. En los tiempos en que no existía la Internet, y solo unos pocos privilegiados tenían TV en sus hogares, no había otra opción que correr hacia el Monte y refugiarse allí.

Fui a la escuela cuando tenía siete años, sin ningún tipo de Jardín de Infantes. Así que mi primera escuela fue el Monte. Allí me alimentaba de que lo que iba encontrando por el camino: guineos maduros, chinas, toronjas, pomarosas, fresas silvestres … Pronto aprendí que en el Monte no se pasa hambre. Y cuando regresas traes también de sus frutos para compartirlos con la familia: el aguacate que se cayó del palo en la mañana, la calabaza que ya está madura y los limones para hacer el jugo del día.
En el Monte también aprendí a coger café junto al Abuelo. Y eso era solo la primera etapa: después había que quitarle la cáscara, ponerlo a secar al sol y “ventearlo”. Después mi mamá se encargaba de tostarlo y finalmente lo molíamos para obtener la harina. Aquello si que era café de verdad.

Desde temprano aprendí que hay que respetar la vida que habita en el Monte. Un día mi tío me invitó a que lo acompañara a cazar pájaros con su rifle de perdigones. Nunca me había interesado cazar pájaros pero por curiosidad decidí acompañarlo. Mientras caminaba me enredé en un alambre de púas y al caer me rompí el brazo. No volví jamás a acompañar a mi tío a matar pájaros. El Monte me había hablado.

Llevó la mancha del Monte en mi alma. Y cuando corro el Monte sigue hablando en mi y me re-encuentro con sus milagros y sus maravillas.

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