Semblanza

Semblanza de Mario Antonio Nuñez Molina por Manolo Valdés

1 de marzo de 2007

Desde que tuve consciencia de mi mismo supe que mi vocación era enseñar. Ser maestro es lo que llena mi corazón de alegría… Mario Nuñez

En ocasiones taciturno.

Tímido para algunas cosas.

Hombre de frases cortas y oraciones breves, pero certeras.

Padre amoroso, esposo de igual talante, hijo ejemplar de padres igualmente ejemplares y generosos, buen hermano (de El Rayo, héroe de la pelota dominical) y gran amigo.

Melómano de armas tomar (su amor por la música va desde Neil Young a El Topo, de David Byrne a Roy Brown).

De un remoto lugar del planeta Lares, de Piletas para ser preciso, nos llegó un buen día Mario Antonio Nuñez Molina. Salido de un callejón entre la escuela pública y un cafetín con una vellonera que tocaba canciones de Sandro y Odilio González, y Los Ángeles Negros, desde allí vino al entonces Colegio de Mayagüez un jovencito de sonrisa pícara, lleno de un deseo infinito de aprender, de conocer, con una vocación de extraña de tender la mano a otras y a otros en necesidad.

Aquí su vida fue plena y transitó entre una pasión intelectual por la disciplina, el espíritu y la consejería. Por ese trayecto se topó con excelentes profesores y mentores, de quienes permanece como fiel discípulo y émulo.

Del Colegio mítico salió a dar una circunvalación digna de los sueños de los san y los ¡kung en el desierto del Kalahari, gente que transita largas distancias y países sobre el terreno de lo onírico, que es la única posibilidad de sobrevivir en el mundo que nos ha tocado, soñando con futuros posibles y trabajar para alcanzarlos.

Esa circunvalación lo llevó a los mejores centros de enseñanza, reflexión y práctica de la psicología, en Detroit y en Harvard, donde conoció a Richard Katz, psicólogo, humanista, estudioso de las culturas, propulsor de la filosofía de vida del camino recto y desinteresado en el servicio a los demás; filosofía de vida que Mario ha hecho suya.

Por esa ruta se insertó en una psicología espiritual, digamos que virtual.

En esa trayectoria estudió los trabajos de Carl Jung y los Meister Eckhart, ambos inclinados a redefinir el paisaje religioso de sus épocas. Como Eckhart, Mario, el maestro poseído de una disciplina monacal, tuvo también largas jornadas de reflexionar sobre el mundo espiritual, respondiendo a un llamado con voz de mujer que lo atrajo a esa otra dimensión, en la casa de su tía en Lares.

He mencionado la espiritualidad pero Mario, aunque me lo niegue mil veces, es un hombre de ciencia. Pero en él la ciencia deja de ser esa cosa positivista, rígida, helada, para trastocarse en pura pasión, en deseo de saber, de conocer, de compartir. En algunos puntos nos encontramos: en las vírgenes y en el azogue.

Recuerdo, tal vez mal, que mientras muchos nos insertábamos con algunos tropiezos en el mundo del Internet, Mario quedaba rezagado, embebido en sus estudios sobre los arquetipos y en otras cosas más.

Siempre con una visión diferente, de esas que fracturan los saberes tradicionales, Mario intuía la poderosa fuerza de la virtualidad, es decir, de estar ahí sin estar de manera física, sin estar presente. Solía decir que era posible ser parte de CISA estar en CISA sin estar allí, y así se consideraba parte de ese esfuerzo aun sin pisar ni una sola vez el centro.

En 1989 ya Mario había descubierto el poderoso secreto de la virtualidad.

Esas revelaciones, el espiritismo, la posibilidad de otro mundo, de otro espacio lo lleva al verdadero lugar de los arquetipos, al lugar preciso (al menos mensurable, palpable) de la inmortalidad, de lo permanente y lo impermanente al mismo tiempo, al lugar del flujo constante de la consciencia, al único y posible inconsciente colectivo jungiano, es decir, al Internet.

De un torpe usuario de maquinas confusas, Mario comenzó una segunda carrera en el manejo de las computadoras y los programados y un buen día descubrió a la red, y allí empezó a plasmar su obra, en las páginas del web, a las que un día las declaró muertas. Eso, no hay que olvidarlo. Claro, que nos señaló el nuevo camino: los blogs o bitácoras digitales.

Con el web se concreta la inmortalidad, la permanencia en la memoria, el infinito. El web se convirtió en esa idea que no puede detenerse. La virtualidad es una obsesión, una vocación, un llamado al ministerio de la enseñanza, de la pedagogía más pura y poderosa. Nada extraño, por más ajeno que nos parezca. Una de las pocas cosas claras que dice el filósofo francés Michel Serres es que ninguno de nosotros, en la práctica pedagógica nos hemos salido de la virtualidad. Pararme en el salón de clase a hablar del desarrollo pre-urbano en Anatolia en el año 6,000 antes de Cristo es un acto de la virtualidad más rampante. Un mapa en la pizarra, una transparencia con diseños de casas en Zatal Juyuc en la antigua Turquía solo añade líneas transparentes a esa virtualidad.

Mario Nuñez pudo dedicarse a su práctica profesional, avanzar en su carrera, quedarse con el conocimiento, poner el cerco. Pero se decidió por predicar. Se dedicó a transformar a una generación de profesoras y profesores universitarios en la apertura a una práctica pedagógica más armónica con nuestros tiempos, y fiel a nuestra naturaleza humana y espiritual.

Que no nos quede la menor duda, para Mario la educación y la educación a distancia es un camino con corazón que le impele a esa práctica de todos los días. Todos nos preguntamos como lo hace.

Como un vórtice en el medio del océano, Mario nos ha tragado a muchos en su misión. En él no hay una pasión por le técnica per se, sino por la práctica pedagógica.

EDUBLOGS fue una especie de concilio donde se reunieron diversos y variados practicantes de las diversas formas de educar, pero sobre todo la del bitacoreo. Yo le observé de cerca, el nunca se percató (por su don de gente, por su humildad o porque estaba ocupadísimo) pero la mirada y la admiración de los maestros (de esos de escuela y los de universidad, de esa gente dedicada a enseñar y a darlo todo) estaba fijada sobre la voz meliflua, los gestos y la práctica comprometida del maestro, de Mario. Transformador de realidades, de mentalidades, de enfoques, de prácticas.

Algunos de nosotros le tenemos como ejemplo, como guía, otros nos hemos beneficiado de su propia práctica espiritual (mis primeros pasos en el Zen los aprendí de Mario). De su fervor por la dignidad humana (a veces encontrada con la mía), de su pasión por la justicia (fue uno de los primeros en usar el Internet como instrumento de la lucha y el debate en la universidad). De su práctica y compromiso por los derechos ciudadanos (su cruzada por los derechos de los padres no-custodios es conocida por todos). Maestro de la palabra y de la acción. Investigador, escolar (del espiritismo, de Silvio Rodríguez, de Carl Jung, de Meister Eckhart), consejero, mentor, defensor de los estudiantes, excelente amigo.

Este acto es producto de la admiración genuina de sus pares y estudiantes.

Hoy se le dedica este centro, el Centro de Recursos para el Aprendizaje, que es también fruto de su hechura.

No hay nada más que decir.