El arbolito sagrado de los cielos

Había un Arbolito que vivió por muchos años sólito en una montaña sagrada conocida como el Cerro Los Cielos. Solo era visitado por pájaros y mariposas. Los humanos lo veían desde la autopista y sentían una atracción especial hacia el Arbolito que reinaba solitario en su montaña. Parecía como si el Arbolito le perteneciera al cielo.

Un día los humanos decidieron que era hora de visitar al  arbolito y conocer de cerca su encanto. Así que caminaron un largo trecho hasta llegar al Arbolito.

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En ese momento el Arbolito entendió que su vida había cambiado.

Lo primero que hicieron los humanos fue treparse encima del árbol y profanarlo. Se sentían tan extasiados por la magia del Arbolito  que comenzaron a tomarle fotos para compartirlas con el Universo. Y en el proceso abusaron del Arbolito.

Un viejo sabio se dio cuenta de que el árbol no estaba contento con esas acciones.

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Y los humanos comenzaron a adorar al Arbolito y rendirle culto:

Y formaron una iglesia llamada los Discípulos del Palito de la Autopista. Comenzaron a celebrar pasadías en honor al Arbolito y hasta ponerle banderas para dejar saber que lo habían conquistado.

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Y un día uno de los iluminados de la Secta del Palito dijo: “Y que tal si en vez de un palito sembramos muchos palitos. De esa manera podemos sacarle más provecho al asunto. Además necesitamos construir un centro pues cada vez que subimos y llueve no tenemos donde guarecernos. Por otro lado me parece que podemos hacer un poco de dinero vendiendo cervezas, lechón, piraguas, etc.”

Así que en poco tiempo el Cerro Los Cielos se convirtió en un parque de diversiones con muchos palitos que los humanos podían adorar y montar a su gusto.

Nota: Reflexión estimulada por el grupo de Facebook llamado “Soy fan del palito de la autopista”.

1 comentario

    • yoly el jueves 9 de julio de 2009 a las 10:56 am

    muchas veces he deseado estar en ese palito solitario para reflexionar sobre la grandesa de Dios y descargar el stress del diario vivir. como suelo decir «necesito irme pal’ palito solitario…»

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