Estudiantes y maestros apasionados

Este artículo de Kathy Sierra sobre la importancia de la pasión en el proceso de aprendizaje me ha tocado muy de acerca. Y pesar de que Sierra se enfoca en el aprendizaje como una manera de aumentar la pasión por determinados temas, no hay duda que la relación entre el aprendizaje y la pasión es una compleja.

El diccionario define pasión como un «apetito o afición vehemente a algo». Sin ese apetito no hay interés, no hay entusiasmo, no hay vida. La pasión por aprender se nota cuando un estudiante nos pregunta si hay alguna referencia adicional sobre el tema porque quiere aprender más sobre el mismo. La pasión por aprender se expresa cuando, sin que nadie se lo requiera, va a la librería y se compra un libro sobre su tema de interés. La pasión por aprender se manifiesta cuando empieza a soñar sobre el tema de investigación que ha seleccionado para el curso. Cuando no puede dejar de pensar en el tema y se desvela tratando de responder preguntas sobre el mismo. Y mientras más aprende sobre el tema, más quiere aprender.

Cuando miro hacia atrás puedo identificar mis pasiones de una manera bien clara. Por muchos años he estado interesado en el tema de los sistemas alternos de sanación. Y esa pasión estuvo conmigo en mis estudios de bachillerato, maestría y doctorado. He comprobado que cuando algo te apasiona se empiezan a dar condiciones que promueven el que puedas profundizar en ese tema. Por ejemplo, mi tesis de maestría y doctorado fueron en torno al tema de los sistemas alternos de sanación.

Mi pasión por el tema de las modalidades alternas de ayuda me llevó a interesarme por la psicología profunda de Carl Gustav Jung. Jung es el pensador que más ha influenciado mi visión de mundo y mi desarrollo espiritual. La obra de Jung me ofreció las herramientas para estudiar y entender los elementos genéricos entre el chamanismo tradicional y las psicoterapias modernas.

Mi más reciente pasión es el estudio de las tecnologías de aprendizaje. Está pasión me ha transformado de forma significativa hasta el punto de que me gusta decir que mi vida profesional puede dividirse en dos grandes periodos: A.C. (antes del ciberespacio) y D.C. (después del ciberespacio). Este interés me ha llevado a apasionarme por los blogs, el RSS y los «social bookmarkings». Me llevó también a asumir una posición administrativa (algo que no pensé que pasaría nunca) y ha desarrollar varios proyectos dirigidos a facilitar la educación a distancia.

Cada una de estas pasiones viven en mi, me poseen y me ofrecen la energía para mantenerme aprendiendo constantemente. Se han concretizado en productos como cursos, talleres, centros y artículos. Definen lo que fui, soy y seré. Sin mis pasiones, no soy nada.

Te pregunto, entonces, ¿qué es lo que te apasiona?

4 comentarios

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    • Manolito el domingo 15 de enero de 2006 a las 4:25 pm

    Mario, esto es lo que me apasiona:

    Hay mañanas en que quisiera ser naturalista, geólogo, etnógrafo, botánico, historiador, para comprenderlo todo, anotarlo todo, explicar en lo posible. Una tarde descubrí con asombro que los indios de aquí conservan el recuerdo de una epopeya que fray Pedro está reconstruyendo en fragmentos. Es la historia de una migración caribe, en marcha hacia el Norte, que lo arrasa todo a su paso y jalona de prodigios su marcha victoriosa. Se habla de montañas levantadas por la mano de héroes portentosos, de ríos desviados de su curso, de combates singulares en que intervinieron los astros. La portentosa unidad de los mitos se afirma en esos relatos, que encierran raptos de princesas, inventos de ardines de guerra, duelos memorables, alianzas con animales. Las noches en que se emborracha ritualmente con un polvo sorbido por huesos de pájaros, el Capitán de los Indios se hace bardo, y de su boca recoge el misionero jirones del cantar de gesta, de la saga, del poema épico, que vive oscuramente -anterior a su expresión escrita- en la memoria de los Notables de la Selva… No estoy aquí para pensar. No debo pensar. Ante todo sentir y ver. Y cuando de ver se pasa a mirar, se encienden raras luces y todo cobra una sola voz. Así, he descubierto, de pronto, en un segundo fulgurante, que existe una Danza de los Árboles. No son todos los que conocen el secreto de bailar en el viento. Pero los que poseen la gracia, organizan rondas de hojas ligeras, de ramas, de retoños, en torno a su propio tronco estremecido. Y es todo un ritmo el que se crea en las frondas; ritmo ascendente e inquieto, con encrespamientos y retornos de las olas, con blancas pausas, respiros, vencimientos, que se alborozan y son torbellino, de repente, en una música prodigiosa de lo verde. Nada hay más hermoso que la danza de un macizo de bambúes en la brisa. Ninguna coreografía humana tiene la euritmia de una rama que se dibuja sobre el cielo. Llego a preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no consistirán, simplemente, en su supremo entendimiento de lo creado. Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema.

    Alejo Carpentier, Los pasos perdidos.

  1. Estoy leyendo el libro: «The passionate teacher: A practical guide de Robert Freid, pueden leer la descripción pulsando aqui. Estoy de acuerdo con Mario… la pasión es el ingrediente vital para el queaher humano, y la enseãnza-aprendizaje es uno de los queahaceres humanos más fascinantes. La pasión será el resultado del amor que pongamos en hacer algo. De seguro si estamos enamorados de lo que hacemos lo haremos con gran pasión y el resultado será… pues no puede ser de otra manera: mágico.

    • Mintxo el viernes 20 de enero de 2006 a las 10:23 pm

    Sugerente artículo que me da pie para comentar algunos sucesos en mi aula de ciencias.
    Podéis leerlos aquí.

  2. Es una tarea que emprendi en mi comunidad, que los docentes y alumnos tengan amor y pasion por el aprender.
    Por ahora no conosco otro camino para transformar la eduación mi pais.

  1. […] Sí, adiós bola mía. La encontré en un olvidado armario de una abandonada habitación en los sótanos del colegio. Allí estaba entre tantos y tantos utensilios para enseñar óptica, electroestática o dinámica (aparatos, por cierto, creo que nunca utilizados). La reconocí al momento. No porque ningún profesor me la hubiera enseñado sino porque la pude ver en algún libro de física. Era una esfera para demostrar la dilatación de los sólidos. A temperatura ambiente pasaba por el aro pero al calentarla…se encajaba en el aro sin poder salvarlo, hasta que la dilatación cedía. Recuerdo las caras de asombro de mis alumnos al comprobar con sus propios ojos un hecho mil veces evocado en cursos anteriores pero que nunca les había parecido digno de atención. Lo que nunca sospeche es que esa vieja, abollada y maltrecha esfera didáctica dilatable pudiera ser objeto de deseo. ¡Pero así era! Entre aquellas miradas de asombro alguien la deseó, la apeteció y anhelo lo suficiente como para robarla y tal día como hoy hace una semana desapareció del laboratorio. Supongo que ahora descansa en el bolsillo de algunos de mis quinceañeros discípulos. Te imaginas el cabreo, la rabia…¿Cómo pillar al culpable? ¿Cómo recuperar mi bola? ¡Maldición! ¡Cómo enseñaré ahora la dilatación de los sólidos! Leía en DigiZen un interesante reflexión sobre la relación entre aprendizaje y pasión que me aportaba una perspectiva algo diferente sobre el robo de la esfera en cuestión. Subraya el autor, en referencia a otro artículo publicado aquí, la estrecha y necesaria relación entre pasión y aprendizaje llegando a definir este último como resultado de la acentuación del apetito o afición vehemente por determinados temas. Me preguntaba, en consecuencia, si la sustracción de mi bola no sería un reflejo del interés que tal vez las sesiones sobre física pudieron generar en el pequeño ladrón. […]

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